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Orgullo Nicaragüense literario
Es un orgullo Nicaragüense literario, heredero de hermosa poesía de nuestra tierra cuna de los grandes poetas como Rubén Darío, el príncipe de la letras castellana....
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Viva Nicaragua
Nuestras tierra nunca olvido...
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Nicaragua cuna de grandes poetas
Es un orgullo Nicaragüense literario, heredero de hermosa poesía de nuestra tierra cuna de los grandes poetas como Rubén Darío, el príncipe de la letras castellana....
Entrevista
domingo, 19 de febrero de 2017
domingo, 29 de enero de 2017
Ernesto Alegría
By Ernesto Alegría at 14:29
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Nace en Managua, capital de Nicaragua
Estudio su bachillerato en el Instituto Autónomo Experimental México de Managua, Nicaragua.
Dos años antes de terminar su secundaria conoce a Valeria Torrentes su adorable "musa".
Su mayor influencia literaria ha sido la Dariana que es a quien dedica su obra con fina sensibilidad artística y desarrolla una mentalidad cosmopolita, como consecuencia de la globalización del mundo moderno.
La poesía es la raíz de sus sueños, pensamientos e inspiraciones, nace un verso, un canto, un poema, un insomnio de musa. Su poesía tiene su explicación en la necesidad espiritual de comprender el exceso de racionalidad imperante en todos los ámbitos de la vida cotidiana.
1994. Conoce a Valeria Torrentes su inolvidable "musa", brota una lágrima de sus ojos la cual le daría una sensibilidad para escribir su amor por ella.
1995. Parte hacia los Estados Unidos en donde radica actualmente.
1996. Publica ¡Oh América Mía! en el diario local "La Nación", de Washington D.C.
1997. Escribe a la mujer chilena.
1998. Escribe "Argentina" dedicado a la nación suramericana.
1999. Se inspira en un canto al Nuevo Milenio.
DEDICATORIA
Dedico este sueño volcánico y lagunero; criollo y silvestre al hombre que ha dejado toda su sabiduría para que el quiera saber de ella. Rubén Darío.
AGRADECIMIENTOS
A Dios en especial. A mis queridos padres que son lo más preciado que tengo en la vida y a toda mi familia.
En Nicaragua a mis profesoras de lengua y literatura Licda. Xiomara Gutiérrez Obando, Licda. Fátima Arauz Espinoza quienes han hecho posible que se realizara mi sueño.
En los Estados Unidos, a la familia Aragón y Arturo Mansfield.
PREFACIO
Ernesto es realmente un poeta joven que comunica con belleza sus sentimientos y emociones, con fina sensibilidad que nos permite recrearnos en su poesía.
XIOMARA GUTIERREZ OBANDO
¿Qué es ser un poeta?
By Ernesto Alegría at 14:27
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Es una de las pocas preguntas que posee diversas respuestas donde, quizás, todas sean correctas. A lo largo de la historia muchas cosas han perfeccionado lo que es ser un poeta. Muchas situaciones que han separado más y más a un poeta de un escritor en general (sabiendo que el escritor abarca infinidades de temas y clases). Los poetas tienen una defición muy personal cada uno, de acuerdo a las experiencias que han forjado tal concepto. Y así como ellos, yo también he visto fluir en mi vida mi propio concepto de lo que es un poeta.
Un poeta no es un escritor así sin más. Es el primer error en el que incurre cualquier persona al que se le nombra esta clase de personaje. Es mucho más que eso, mucho. Un poeta escribe con la tinta inagotable de su corazón, y plasma lo que en su alma acontece o se hace sentir en él. Plasma sentimientos, emociones, pensamientos, inquietudes, hasta logra plasmar lo que un hombre ajeno a su ser siente. No es algo que se aprende y se perfecciona, es algo con lo que ya se nace. El poeta convierte un simple trozo de papel en el confesor de sus secretos, en la cúpula de muchos sentimientos, o uno solo. Logra convertir lo que hace latir apasionada o nostálgicamente un corazón en algo físico, palpable y a la vista de cualquiera. No es algo que cualquiera pueda lograr.
El compromiso de un poeta es muy delicado y sutil, pues se compromete a convertirse en el puente entre el corazón y papel. Se convierte en el instrumento de su pasión y de su arte. Esto lo digo, ya que siempre me hago saber, y hago saber a quienes han leído lo que he escrito, que no soy yo quien lo escribe, es mi corazón y alma, mis manos son sólo los instrumentos de ello, y el lápiz sólo es un traductor más.
Ser poeta no se trata de ser romántico, misterioso, caprichoso, profundo o melancólico, que es como usualmente se le pinta, se trata de plasmar cosas intangibles, como lo es un sentimiento, en palabras donde el lector se convierte en el protagonista y se identifica con el sentimiento. El lector siente comprensión por parte del poeta. El lector no lee las palabras, las vive. Todo esto diferencia a un poeta de un escritor, por más filósofo que sea este.
Un poeta no es un escritor así sin más. Es el primer error en el que incurre cualquier persona al que se le nombra esta clase de personaje. Es mucho más que eso, mucho. Un poeta escribe con la tinta inagotable de su corazón, y plasma lo que en su alma acontece o se hace sentir en él. Plasma sentimientos, emociones, pensamientos, inquietudes, hasta logra plasmar lo que un hombre ajeno a su ser siente. No es algo que se aprende y se perfecciona, es algo con lo que ya se nace. El poeta convierte un simple trozo de papel en el confesor de sus secretos, en la cúpula de muchos sentimientos, o uno solo. Logra convertir lo que hace latir apasionada o nostálgicamente un corazón en algo físico, palpable y a la vista de cualquiera. No es algo que cualquiera pueda lograr.
El compromiso de un poeta es muy delicado y sutil, pues se compromete a convertirse en el puente entre el corazón y papel. Se convierte en el instrumento de su pasión y de su arte. Esto lo digo, ya que siempre me hago saber, y hago saber a quienes han leído lo que he escrito, que no soy yo quien lo escribe, es mi corazón y alma, mis manos son sólo los instrumentos de ello, y el lápiz sólo es un traductor más.
Ser poeta no se trata de ser romántico, misterioso, caprichoso, profundo o melancólico, que es como usualmente se le pinta, se trata de plasmar cosas intangibles, como lo es un sentimiento, en palabras donde el lector se convierte en el protagonista y se identifica con el sentimiento. El lector siente comprensión por parte del poeta. El lector no lee las palabras, las vive. Todo esto diferencia a un poeta de un escritor, por más filósofo que sea este.
Nicaragua
By Ernesto Alegría at 14:24
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Nicaragua, oficialmente República de Nicaragua, es un país de América ubicado en el istmo centroamericano. Su capital es Managua, políticamente es una República presidencialista y unitaria compuesta por 15 departamentos y 2 regiones autónomas. Son órganos de Gobierno el Poder Legislativo, el Poder Ejecutivo, el Poder Judicial y el Poder Electoral, existe autonomía en cada uno de estos.
El Territorio de Nicaragua tiene una superficie de 130 370 km²,2 limita al norte con Honduras, al sur con Costa Rica, al oeste con el océano Pacífico y al este con el mar Caribe. En cuanto a límites marítimos, en el océano Pacífico colinda con El Salvador, Honduras y Costa Rica; mientras que en el mar Caribe colinda con Honduras, Colombia y Costa Rica.
El pueblo nicaragüense es de naturaleza multiétnica y principalmente de español, la que también es la lengua oficial del país. Según el IDH, a partir del año 1995, Nicaragua ha venido mejorando su nivel de vida.7
Habitado por pueblos precolombinos, el actual territorio de Nicaragua fue conquistado por España en el siglo XVI. Nicaragua, luego de haber pertenecido al Imperio español (1502-1821), al Primer Imperio Mexicano (1821-1823), a las Provincias Unidas del Centro de América (1823-1824), y a la República Federal de Centroamérica (1824–1838), emerge como país independiente en 1838, bajo el nombre de Estado de Nicaragua8 y se empieza a llamar República de Nicaragua, desde 1854.9
Nicaragua es un país volcánico y tropical, en su interior alberga también dos grandes lagos: el lago Managua (conocido por los nicaragüenses con el nombre aborigen Xolotlán) y el Gran lago de Nicaragua (conocido también como Cocibolca o lago de Nicaragua).
Tras décadas de intervención y fuerte influencia extranjera, mediante la Revolución nicaragüense, se instauró una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (1979-1985) constituida como junta de gobierno transitoria encargada del poder ejecutivo y un Consejo de Estado encargado del poder legislativo con participación de representantes de los ámbitos político, social, comunal y religioso.
En 1984 se realizan las primeras elecciones populares conforme a la nueva Ley electoral. La Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional entrega el poder al nuevo Presidente elegido: Daniel Ortega Saavedra. Así La Junta transitoria queda disuelta.
Durante el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) el país sufrió un prolongado conflicto civil fomentado con la intervención de los Estados Unidos de América bajo la administración del presidente Ronald Reagan, el gobierno estadounidense por medio de la CIA; formó y entrenó en secreto a grupos de rebeldes anticomunistas conocidos como Contras, financiando una guerra desautorizada por el Congreso y llegando a bloquear económicamente a Nicaragua. La Unión Soviética y países como Cuba, Francia10 y Libia también intervinieron en el conflicto a través de cooperación militar, económica, financiera y médica. Dicho conflicto motivó la demanda del gobierno de Nicaragua contra el gobierno de Estados Unidos de América ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en el conocido caso Nicaragua contra Estados Unidos, cuya sentencia favorable a Nicaragua obligaba al gobierno de Estados Unidos de América a indemnizar a la República de Nicaragua,11 deuda que luego fue perdonada al gobierno de Estados Unidos de América por el gobierno nicaragüense de la presidenta Violeta Barrios de Chamorro.12 13
Los conflictos económicos y de guerra culminaron luego de las elecciones populares del 25 de febrero de 1990, cuando Violeta Chamorro derrotó a Daniel Ortega con 54.7 % de los votos contra 40.8 %.
Es difícil determinar el significado exacto del nombre de Nicaragua. Generalmente se acepta que se debe a Nicarao, señor de los niquiranos (nahuas), cuyo señorío a la llegada de los conquistadores españoles abarcaba desde el istmo de Rivas e isla de Ometepe hasta Nicoya en la actual Costa Rica. Se cuenta de un diálogo entre Nicarao y Gil González Dávila, durante el cual el jefe indígena asombró al español con sus preguntas y respuestas a temas de filosofía y astronomía.
Por lo menos unos 13 000 años antes de nuestra era, aparecieron en Nicaragua los primeros seres humanos, procedentes del hemisferio Norte; también se conoce de emigraciones originarias del Sur. Se radicaron a orillas de ríos, lagunas, lagos y mares; transcurridos los siglos el único testimonio que dejaron de su cultura son sus huellas en la loseta volcánica de Acahualinca.
De esos migrantes aseveran que el núcleo original perteneció los primeros pobladores lenmichies, luego desplazados de la costa del Océano Pacífico por el gran grupo de origen mangue llamados dirianes o chorotegas, de quienes descienden los habitantes de la zona oriental del Pacífico: Managua (Imabite); Masaya (Nindiri, Catarina, Niquinohomo); Granada (Xalteva) y Carazo (Diriamba, Jinotepe). Además en León (Sutiava).
jueves, 12 de enero de 2017
Rubén Darío
By Ernesto Alegría at 14:52
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(Metapa, 1867 - León, 1916) Seudónimo del gran poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, iniciador y máximo representante del Modernismo hispanoamericano. Su familia era conocida por el apellido de un abuelo, "la familia de los Darío", y el joven poeta, en busca de eufonía, adoptó la fórmula "Rubén Darío" como nombre literario de batalla.
Con una dichosa facilidad para el ritmo y la rima creció Rubén Darío en medio de turbulentas desavenencias familiares, tutelado por solícitos parientes y dibujando con palabras en su fuero interno sueños exóticos, memorables heroísmos y tempestades sublimes. Pero ya en su época toda esa parafernalia de prestigiosos tópicos románticos comenzaba a desgastarse y se ofrecía a la imaginación de los poetas como las armas inútiles que se conservan en una panoplia de terciopelo ajado.
Rubén Darío estaba llamado a revolucionar rítmicamente el verso castellano, pero también a poblar el mundo literario de nuevas fantasías, de ilusorios cisnes, de inevitables celajes, de canguros y tigres de bengala conviviendo en el mismo paisaje imposible. Trajo a un idioma que estaba en tiempos de decadencia el influjo revitalizador americano y los modelos parnasianos y simbolistas franceses, abriéndolo a un léxico rico y extraño, a una nueva flexibilidad y musicalidad en el verso y la prosa, e introdujo temas y motivos universales, exóticos y autóctonos, que excitaban la imaginación y la facultad de analogías.
En brillantez formal, estilística y musical, apenas hay poeta en lengua española que iguale al Darío de la primera etapa, la etapa plenamente modernista de Azul (1888) y Prosas Profanas (1896). Cuando se aminora su esteticismo, y el ideal del arte por el arte deja lugar a nuevas inquietudes, surge su obra maestra, Cantos de vida y esperanza (1905), en la que el absoluto dominio de la forma ya no tiene la mera belleza como único objetivo, sino que sirve a la expresión de una intimidad angustiada o de preocupaciones sociohistóricas, como el devenir de la América hispana.
Al valor poético intrínseco de esa segunda etapa, más perdurable que el de la primera, hay que sumar el papel de Rubén Darío como núcleo originario y aglutinador de todo un movimiento, el Modernismo, que marcó un hito en la historia de la literatura: tras seguir sumisamente durante tres siglos los rumbos de las letras europeas, nace en América una corriente literaria propia cuya influencia pasará incluso a la metrópoli. Conseguida a principios del XIX la independencia política, Latinoamérica lograba, a finales del mismo siglo, la independencia literaria.
Biografía
Casi por azar nació Rubén en una pequeña ciudad nicaragüense llamada Metapa, pero al mes de su alumbramiento pasó a residir a León, donde su madre, Rosa Sarmiento, y su padre, Manuel García, habían fundado un matrimonio teóricamente de conveniencias pero próspero sólo en disgustos.
Rubén Darío
Para hacer más llevadera la mutua incomprensión, el incansable Manuel se entregaba inmoderadamente a las farras y ahogaba sus penas en los lupanares, mientras la pobre Rosa huía de vez en cuando de su cónyuge para refugiarse en casa de alguno de sus parientes. No tardaría la madre en dar a luz una segunda hija (Cándida Rosa, que se malogró enseguida) ni en enamorarse de un tal Juan Benito Soriano, con el que se fue a vivir arrastrando a su primogénito a "una casa primitiva, pobre y sin ladrillos, en pleno campo", situada en la localidad hondureña de San Marcos de Colón.
No obstante, el pequeño Rubén volvió pronto a León y pasó a residir con los tíos de su madre, Bernarda Sarmiento y su marido, el coronel Félix Ramírez, los cuales habían perdido recientemente una niña y lo acogieron como sus verdaderos padres. Muy de tarde en tarde vio Rubén a Rosa Sarmiento, a quien desconocía, y poco más o menos a Manuel, por quien siempre sintió desapego, hasta el punto de que el incipiente poeta firmaba sus primeros trabajos escolares como Félix Rubén Ramírez.
El hogar del coronel Félix Ramírez era centro de célebres tertulias que congregaban a la intelectualidad del país; en este ambiente culto creció el pequeño Darío. Precoz versificador infantil, el mismo Rubén no recordaba cuándo empezó a componer poemas, pero sí que ya sabía leer a los tres, y que a los seis empezó a devorar los clásicos que halló en la casa; a los trece ya era conocido como poeta, y a los catorce concluyó su primera obra. En su ambiente y en su tiempo, las elegías a los difuntos, los epitalamios a los recién casados o las odas a los generales victoriosos formaban parte de los usos y costumbres colectivos, cumplían con inveterada oportunidad una función social para la que jamás había dejado de existir demanda. Por entonces se recitaban versos como se erigían monumentos al dramaturgo ilustre, se brindaba a la salud del neonato o se ofrecían banquetes a los diplomáticos extranjeros.
Rubén Darío en 1892
Durante su primeros años estudió con los jesuitas, a los que dedicó algún poema cargado de invectivas, aludiendo a sus "sotanas carcomidas" y motejándolos de "endriagos"; pero en esa etapa de juventud no sólo cultivó la ironía: tan temprana como su poesía influida por Bécquer y por Victor Hugo fue su vocación de eterno enamorado. Según propia confesión en la Autobiografía, una maestra de las primeras letras le impuso un severo castigo cuando lo sorprendió "en compañía de una precoz chicuela, iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe, y según el verso de Góngora, las bellaquerías detrás de la puerta".
Antes de cumplir quince años, cuando los designios de su corazón se orientaron irresistiblemente hacia la esbelta muchacha de ojos verdes llamada Rosario Emelina Murillo, en el catálogo de sus pasiones había anotado a una "lejana prima, rubia, bastante bella", tal vez Isabel Swan, y a la trapecista Hortensia Buislay. Ninguna de ellas, sin embargo, le procuraría tantos quebraderos de cabeza como Rosario; y como manifestara enseguida a la musa de su mediocre novela sentimental Emelina sus deseos de contraer inmediato matrimonio, sus amigos y parientes conspiraron para que abandonara la ciudad y terminara de crecer sin incurrir en irreflexivas precipitaciones.
En agosto de 1882 se encontraba en El Salvador, y allí fue recibido por el presidente Zaldívar, sobre el cual anota halagado en su Autobiografía: "El presidente fue gentilísimo y me habló de mis versos y me ofreció su protección; mas cuando me preguntó qué es lo que yo deseaba, contesté con estas exactas e inolvidables palabras que hicieron sonreír al varón de poder: "Quiero tener una buena posición social".

Retrato de Rubén Darío a los 28 años
En este elocuente episodio, Rubén expresa sin tapujos sus ambiciones burguesas, que vería dolorosamente frustradas y por cuya causa habría de sufrir todavía más insidiosamente en su ulterior etapa chilena. En Chile conoció también al presidente suicida Balmaceda y trabó amistad con su hijo, Pedro Balmaceda Toro, así como con el aristocrático círculo de allegados de éste; sin embargo, para poder vestir decentemente, se alimentaba en secreto de "arenques y cerveza", y a sus opulentos contertulios no se les ocultaba su mísera condición.
De la etapa chilena es Abrojos (1887), libro de poemas que dan cuenta de su triste estado de poeta pobre e incomprendido; ni siquiera un fugaz amor vivido con una tal Domitila consigue enjugar su dolor. Para un concurso literario convocado por el millonario Federico Varela escribió Otoñales, que obtuvo un modestísimo octavo lugar entre los cuarenta y siete originales presentados, y Canto épico a las glorias de Chile, por el que se le otorgó el primer premio, compartido con Pedro Nolasco Préndez y que le reportó la módica suma de trescientos pesos.
Pero fue en 1888 cuando la auténtica valía de Rubén Darío se dio a conocer con la publicación de Azul, libro encomiado desde España por el a la sazón prestigioso novelista Juan Valera, cuya importancia como puente entre las culturas española e hispanoamericana ha sido brillantemente estudiada por María Beneyto. Las cartas de Juan Valera sirvieron de prólogo a la nueva reedición ampliada de 1890, pero para entonces ya se había convertido en obsesiva la voluntad del poeta de escapar de aquellos estrechos ambientes intelectuales (donde no hallaba ni el suficiente reconocimiento como artista ni la anhelada prosperidad económica) para conocer por fin su legendario París.

Rubén Darío (imagen tomada en España, 1908)
El 21 de junio de 1890 Rubén contrajo matrimonio con una mujer con la que compartía aficiones literarias, Rafaela Contreras, pero sólo al año siguiente, el 12 de enero, pudo completarse la ceremonia religiosa, interrumpida por una asonada militar; fruto de esta unión fue su hijo Rubén, nacido en Costa Rica el 11 de noviembre de 1891. Más tarde, con motivo de la celebración del cuarto Centenario del Descubrimiento de América, vio cumplidos sus deseos de conocer el Viejo Mundo al ser enviado como embajador a España.
El poeta desembarcó en La Coruña el 1 de agosto de 1892, precedido de una celebridad que le permitiría establecer inmediatas relaciones con las principales figuras de la política y la literatura españolas, pero, desdichadamente, su felicidad se vio ensombrecida por la súbita muerte de su esposa, acaecida el 23 de enero de 1893, lo que no hizo sino avivar su tendencia, ya de siempre un tanto desaforada, a trasegar formidables dosis de alcohol.
Precisamente en estado de embriaguez fue poco después obligado a casarse con aquella angélica muchacha que había sido objeto de su adoración adolescente, Rosario Emelina Murillo, quien le hizo víctima de uno de los más truculentos episodios de su vida. Al parecer, el hermano de Rosario, un hombre sin escrúpulos, pergeñó el avieso plan, sabedor de que la muchacha estaba embarazada. En complicidad con la joven, sorprendió a los amantes en honesto comercio amoroso, esgrimió una pistola, amenazó con matar a Rubén si no contraía inmediatamente matrimonio, saturó de whisky al cuitado, hizo llamar a un cura y fiscalizó la ceremonia religiosa el mismo día 8 de marzo de 1893.

Francisca Sánchez
Naturalmente, el embaucado hubo de resignarse ante los hechos, pero no consintió en convivir con el engaño, y en adelante sería perseguido por su pérfida y abandonada esposa buena parte de su vida. Rubén conoció en Madrid a una mujer de baja condición, Francisca Sánchez, la criada analfabeta de la casa del poeta Villaespesa, en la que encontró refugio y dulzura. Con ella viajará a París al comenzar el siglo, tras haber ejercido de cónsul de Colombia en Buenos Aires y haber residido allí desde 1893 a 1898, así como tras haber adoptado Madrid como su segunda residencia desde que llegara, ese último año, a la capital española enviado por el periódico La Nación.
Se inicia entonces para él una etapa de viajes entusiastas (Italia, Inglaterra, Bélgica, Barcelona...) y es acaso entonces cuando escribe sus libros más valiosos: Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante (1907), El poema de otoño (1910), El oro de Mallorca (1913). Residió una temporada en Mallorca para restaurar su deteriorada salud, que ni los solícitos cuidados de su buena Francisca logran sacar a flote. Por otra parte, el muchacho que quería alcanzar una "buena posición social" no obtuvo nunca más que el dinero y la respetabilidad suficientes como para vivir con frugalidad y modestia, y de ello da fe un elocuente episodio de 1908, relacionado con el extravagante escritor español Alejandro Sawa, quien muchos años antes le había servido en París de guía para conocer al perpetuamente ebrio Verlaine.
Sawa, un pobre bohemio, viejo, ciego y enfermo, que había consagrado su orgullosa vida a la literatura, le reclamó a Rubén la escasa suma de cuatrocientas pesetas para ver por fin publicada la que hoy es considerada su obra más valiosa, Iluminaciones en la sombra, pero éste, al parecer, no estaba en disposición de facilitarle este dinero y se hizo el desentendido, de modo que Sawa, en su correspondencia, acabó por pasar de los ruegos a la justa indignación, reclamándole el pago de servicios prestados. Según declaraba en sus cartas, Sawa había sido el autor o negro, en argot editorial, de algunos artículos remitidos en 1905 a La Nación y firmados por Rubén Darío. En cualquier caso, fue finalmente el poeta nicaragüense quien, a petición de la viuda de Alejandro Sawa, prologó enternecido el extraño libro póstumo de ese "gran bohemio" que "hablaba en libro" y "era gallardamente teatral", citando las propias palabras de Rubén.

Rubén Darío dictando su autobiografía
Y es que, al final de su vida, el autor de Azul no estaba en disposición de favorecer a sus amigos más que con su pluma, cuyos frutos en muchos casos no le alcanzaban ni para pagar sus deudas, pero ganó, eso sí, el reconocimiento de la mayoría de los escritores contemporáneos en lengua española y la obligada gratitud de todos cuantos, después de él, han intentado escribir un alejandrino en este idioma. En 1916, al poco de regresar a su Nicaragua natal, Rubén Darío falleció, y la noticia llenó de tristeza a la comunidad intelectual hispanoparlante.
La obra de Rubén Darío
La poesía de Rubén Darío, tan bella como culta, musical y sonora, influyó en centenares de escritores de ambos lados del océano Atlántico. Darío fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las letras hispánicas. Los elementos básicos de su poética los podemos encontrar en los prólogos a Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza y El canto errante. Entre ellos es fundamental la búsqueda de la belleza que Rubén encuentra oculta en la realidad. Para Rubén, el poeta tiene la misión de hacer accesible al resto de los hombres el lado inefable de la realidad. Para descubrir este lado inefable, el poeta cuenta con la metáfora y el símbolo como herramientas principales. Directamente relacionado con esto está el rechazo de la estética realista y su escapismo a escenarios fantásticos, alejados espacial y temporalmente de su realidad.
Enteramente inquieto e insatisfecho, codicioso de placer y de vida, angustiado ante el dolor y la idea de la muerte, Darío pasa frecuentemente del derroche a la estrechez, del optimismo frenético al pesimismo desesperado, entre drogas, mujeres y alcohol, como si buscara en la vida la misma sensación de originalidad que en la poesía o como si tratara de aturdirse en su gloria para no examinar el fondo admonitor de su conciencia. Este "pagano por amor a la vida y cristiano por temor de la muerte" es un gran lírico ingenuo que adivina su trascendencia y quiere romper el cerco tradicional de España y América: y lo más importante es que lo consigue. Es necesario romper la monótona solemnidad literaria de España con los ecos del ímpetu romántico de Victor Hugo, con las galas de los parnasianos, con el "esprit" de Verlaine; los artículos de Los raros (1896), de temas preponderantemente franceses, nos hablan con claridad de esta trayectoria.

Rubén Darío
Pero también América hispánica se está encerrando en un círculo tradicional, con lo norteamericano por arriba y los cantos a Junín y a la agricultura de la Zona Tórrida por todas partes; y allá van sus Prosas profanas, con unas primeras palabras de programa, en las que figuran composiciones tan singulares y brillantes como el Responso a Verlaine, Era un aire suave... y la Sonatina. Ha triunfado el modernismo: había que reaccionar contra la ampulosidad romántica y la estrechez realista; las inquietudes de Casal, de James Freyre, de Asunción Silva, de Martí, de Díaz Mirón, de Salvador Rueda, son recogidas y organizadas por el gran lírico, que, influido por el parnasianismo y el simbolismo franceses, echa las bases de la nueva escuela: el modernismo, punto de partida de toda la renovación lírica española e hispanoamericana.
Pero él rechaza las normas de la escuela y la mala costumbre de la imitación; dice que no hay escuelas, sino poetas, y aconseja que no se imite a nadie, ni a él mismo... Ritmo y plástica, música y fantasía son elementos esenciales de la nueva corriente, más superficial y vistosa que profunda en un principio, cuando aún no se había asentado el fermento revolucionario del poeta. Pero pronto llega el asentamiento. El lírico "español de América y americano de España", que había abierto a lo europeo y a lo universal los cotos cerrados de la Madre Patria y de Hispanoamérica, miró a su alma y su obra, y encontró la falta de solera hispánica: "yo siempre fui, por alma y por cabeza, / español de conciencia, obra y deseo"; y en la poesía primitiva y en la poesía clásica española encontró la solera hispánica que necesitaba para escribir los versos de la más lograda y trascendente de sus obras: Cantos de vida y esperanza (1905), en la que corrige explícitamente la superficialidad anterior ("yo soy aquel que ayer no más decía..."), y en la que figuran composiciones como Lo fatal, La marcha triunfal, Salutación del optimista, A Roosevelt y Letanía de Nuestro Señor don Quijote.
El gran lírico nicaragüense abre las puertas literarias de España e Hispanoamérica hacia lo exterior, como lo harán en seguida, en plano más ideológico, los escritores españoles de la generación del 98. La Fayette había simbolizado la presencia de Francia en la lucha norteamericana por la independencia; las ideas de los enciclopedistas y de la Revolución francesa habían estado presentes en la gesta de la independencia hispanoamericana: ¿qué tiene de sorprendente que Rubén Darío buscara en Francia los elementos que necesitaba para su revolución? Quiso modernizar, renovar, flexibilizar la grandeza hispánica con el "esprit", con la gracia francesa, frente al sentido materialista y dominador del mundo anglosajón y, especialmente, norteamericano.
Otras composiciones trascendentes figuran en otros libros suyos: El canto errante (1907), Poema del otoño y otros poemas (1910), en el que figuran Margarita, está linda la mar... y Los motivos del lobo, y el libro que contiene su composición más extensa, el Canto a la Argentina, que con otros poemas se publicó en 1914. La prosa suya, además de en Azul y en Los raros, podemos encontrarla en Peregrinaciones (1901), La caravana pasa (1902) y Tierras solares (1904), entre otros trabajos de menor interés concernientes a viajes, impresiones políticas, autobiográficas, etc.
Rubén Darío es un genio lírico hispanoamericano de resonancia universal, que maneja el idioma con elegancia y cuidado, lo renueva con vocablos brillantes, en un juego de ensayos métricos audaces y primorosos, y se atreve a realizar con él combinaciones fonéticas dignas de fray Luis de León, como aquella del verso: "bajo el ala aleve de un leve abanico"; pero la aliteración es sólo un aspecto parcial de la musicalidad del poeta, maestro moderno y universal del ritmo, la imagen y la armonía.